Cuenta la Biblia, que el Rey Salomón construyó a Yavé, un templo que medía 60 codos de largo, 20 de ancho y 30 de altura. El pórtico que había delante del edificio del Templo tenía 20 codos de longitud a lo ancho del templo y otros 10 codos de ancho en la parte delantera, según se nos cuenta en el libro de Reyes ( I Reyes, VI, 23).
Es decir que tenía una forma cubica...
A su vez el Sancta Sanctorum, también tenía un volumen cúbico perfecto. El altar estaba realizado en madera de acacia, que simbolizaba lo inmortal y era cuadrado con cinco codos de largo y cinco de ancho (Exodo, XXVII, 1).
Es decir que el sancta santorum, tenía una forma cuadrada, y esa forma cuadrada o cuadrada doble, la encontraremos en numerosas iglesias románicas e incluso en edificios profanos.
El templo de Salomón tiene un simbolismo cosmico, y todo objeto ordenado en él, tenía un simbolismo dentro de ese orden universal. El altar de los perfumes, representa la bondad divina, y el candelabro de siete brazos, los siete planetas, la Mesa, representa la acción de gracias por todo lo que ocurre en el orden terrestre. Sobre esa Mesa, había 12 panes que simbolizaban los meses del año, y que son los panes de la ofrenda, los cuales tienen rostros divinos. El arca de la ALianza, está colocada bajo las alas de los querubines, y representa el simbolo de los inteligibles.
La piedra angular del Templo, tiene un valor cosmico y además se identifica con la piedra de Bethel, desde donde Jacob, contempló los cielos abiertos ( Genesis, XXXV, 9) La piedra es el Axis Mundi, es el centro del mundo donde se comunican el cielo y la tierra.
El templo de Salomon es cosmico, pero no es el único, esta tradición cosmica ya la vemos en Egipto, y es a través del Templo de Salomón que la tradición egipcia llega al románico.
Toda iglesia románica es fiel al orden tradicional, y por ello es cosmica. EL templo románico es una imagen del mundo, es la ciudad de Dios aquella que forman los cristianos y que nos contó San Agustín, sólo que el edificio está formado por piedras.
Las piedras del templo románico tienen dimensiones precisas, que se pueden buscar en la Biblia, "SI me construyes un altar de piedra, no lo hagas en piedra tallada, ya que al poner el cincel sobre la piedra, la volverías profana" (Exodo, XX, 25). En el Deteuronomio, se nos dice que el altar debe ser de piedra bruta.
No debemos olvidar que el sumo artifice del templo no es el maestro de obra, ni el teologo, sino Dios mismo. (Apocalisis , XXI, 16-17)
Todos estos datos nos hablan de la importancia del cuadrado en el Templo, la pirámide del arca la forman triángulos y cuadrados.
El propio Villard de Honnecourt, en el siglo XXIII, nos habla de en sus dibujos de una iglesia cisterciense original del siglo XII cuya planta es ad quadratum, esa iglesia ofrecería medidas del microcosmos según Santa Hildegarda. Y volveremos a ver en la iglesias cistercienses más antiguas, el presbiterio cuadrado, hasta que en el siglo XIII, ya aparece el ábside poligonal.
Esta planta ad quadratum, toma forma del hombre cuadrado, que con los brazos extendidos y los pies juntos simboliza los cuatro puntos cardinales. De esta forma la cruz nos habla de las cuatro dimensiones... en analogias, los cuatro puntos cardinales, se relacionan con los cuatro Evangelios, los cuatro ríos del Paraiso, y claro el hombre cuadrado perfecto es el propio Jesucristo. EL cuadrado además guarda simetría y proporción.
El salto del ad quadratum, a la planta redonda en esta época, se relacionaría con la busqueda de eternidad.
La forma cuadrada, pertenece al tiempo, pero la eternidad se representa con el circulo. El circulo contiene el infinito.
El circulo representa lo celestial, lo divino, y el cuadrado lo terrestre, lo material. Los maestros medievales comenzaron a buscar la cuadratura del circulo ya que el cuadrado que se inscribe dentro del circulo, habla de la dependencia de la tierra bajo el cielo. Lo cuadrangular es la perfeccion de la esfera en el plano terrestre.
El circulo no lo encontramos en la Biblia, sino en Bizancio y lo observamos en las cupulas y en las iglesias redondas.
El Santo Sepulcro de Jerusalén, buscaba simbolizar la gran bóveda del universo que es representada en el hombre con la bóveda craneana.
El circulo es el Verbo, el soplo divino, sin comienzo ni fin. Si el soplo divino se para el mundo se reabsorve. EL circulo es el ouroboros, la serpiente que se muerde la cola. Sol, oro, circulo, anillo, cultos al fuego, a los héroes y la divinidad.
Y el Verbo se hizo carne... y en el templo redondo se simbolizó en piedra. En la INdia, ya podemos ver la planta ad quadratum, que representa el ciclo solar.
Por su parte el templo circular, como describió Henry Corbin, de los sabeos, representaba en su rotonda los principios cosmicos. Los templos tenían formas diferentes según al Planeta que estaban simbolizando, el exagono era para Saturno, el triángulo era Júpiter, el rectángulo, era Marte, cuadrado era el Sol, un triángulo construido dentro de un cuadrado era Venus y el octogono era la Luna.
Estas correspondencias han recorrido el Universo, desde Egipto, Cabalistas, neopitagoricos, románicos... siempre son los mismos símbolos y correspondencias.
La iglesia románica encuentra en Dios hecho hombre, su inspiracion. Es un edificio que representa al Hombre, en su microcosmos. Y en su macrocosmos, contiene el Nuevo y Antiguo Testamento, la Revelación, la Naturaleza, la Vida... en piedra se construyen las gracias y el sometimiento del hombre a la voluntad divina. Es un canto divino, que toca la melodía de las esferas, es un poema y una canción hecha piedra que vibra, como el Universo y en su frecuencia.
Para poder crear una maqueta del Universo, se ha de realizar un ars spiritualis, tal y como lo describe la Regla de San Benito, para mantener proporciones, y un orden armonioso, se ha de ser discipulo de una taller donde la tradición sea transmitida.
Ese arte de edificar comprende la planta, la estructura, y la distribución, es la sectio aurea, que ya emplearon egipcios, hebreos, Pitágoras, Eudoxo de Cnido, Vitrubio o Euclides.. en ellos está la base del arte románico. Un maestro de obras debe tener sentido del espacio, numero y gravedad. Toda obra tiene un fin, y el templo románico busca enseñar, recoger e incitarnos a la oración. INcita a que nos busquemos a nosotros mismos y salgamos al encuentro de lo divino.
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