jueves, 25 de junio de 2015

El Grial y el Islam en el Temple (I parte)

El Grial y el Islam en el Temple.
(I parte)
Mª de las Mercedes Yzquierdo Muñoz 
(Todos los derechos reservados)


Este artículo fue incluído en el ESPECIAL DE LAS DAMAS TEMPLARIAS


Revista gratuita online de la Hermandad Soberana de Damas y Caballeros del Temple OSMT.ESPAÑA, de periodicidad trimestral con tres números Especiales al Año, este número es el Especial de Julio del 2015


Siempre ha sido controvertida la relación entre el Temple, el judaísmo y el Islam.
Las palabras de Juan G. Atienza, resumen bastante bien el espíritu de este artículo:
«El temple se creó, como tal orden en oriente. Pero fue creado allí, conscientemente, por enviados especiales de occidente que iban a Tierra Santa en busca de las fuentes ancestrales del conocimiento, conocidas –o más bien sospechadas- a través del simbolismo críptico de los libros sagrados (…) Una vez allí, embebidos de las raíces aún más remotas de esas fuentes que buscaban , gracias al contacto con grupos paralelos musulmanes y judíos, continuaron su búsqueda en las tierras donde tenían que encontrarse los orígenes de aquel saber bíblico que habían captado. Con toda la fuerza de su potencia económica y política fueron consiguiendo sistemáticamente la posesión de aquellos territorios en los que, bajo las más diversas apariencias, se hallaban las claves primeras – y las últimas por tanto- de su búsqueda».[1]

En su momento, René Guenón escribió lo siguiente:

«En el seno de una misma organización –aclara Guenón- puede existir, de alguna manera, una doble jerarquía, y esto más especialmente en el caso en que los jefes aparentes no son conscientes de la unión a un centro espiritual; podrá haber entonces, fuera de la jerarquía visible, otra invisible en la que los miembros, sin desempeñar ninguna función oficial, serán sin embargo quienes asegurarán realmente, por su sola presencia, el lazo de unión efectiva con ese centro. Estos representantes de los centros espirituales, en las organizaciones relativamente exteriores (como lo fue, sin duda alguna, el Temple por ser guardián en Tierra Santa), no tienen por qué darse a conocer como tales, y ellos pueden tomar la apariencia que convenga mejor a la acción de presencia que deben ejercer, aunque sea como simples miembros de la organización si han de jugar un papel fijo y permanente».

Los templarios fueron  guardianes de Tierra Santa, como muy bien explicó René Guenón. En Tierra Santa, se comprometieron con el descubrimiento del Santo Grial en la infinita variedad de sus formas y fue de sus maestros asiáticos, especialmente sufíes de quienes aprendieron que el Grial no sólo era el Cáliz de Cristo, sino una multitud de manifestaciones incluida la del linaje de Jesús. Los caballeros se hicieron adeptos al Santo Grial, al manejar con fluidez la lengua árabe y al poder traducir los rollos de sabiduría oculta que poseían los maestros sufíes y que se relacionaban con los misterios del Grial. Los maestros sufíes eran aptos para enseñar temas espirituales en profundidad incluidos los misterios cristianos. Y de esta forma encontramos al maestro templario Philip de Nablus que fue educado por maestros islámico en Siria. Fue precisamente esa visión de igualdad de los sufíes la que se transmitió al Temple. Una de las escuelas más eclécticas fundadas por los sufíes en Oriente Medio fue la ijwan- al-safa, la Hermandad de Bosra, fundada hacia el 959 en Siria con la intención de unir la ciencia árabe, con el misticismo islámico, griego, persa, hebreo, chino e hindú. Estos sufíes fueron conocidos como «filósofos de la pureza», recogieron toda la sabiduría que el Imperio musulmán pudo ofrecerles que recopilaron en una colección de 52 epístolas, que sirvieron como cimiento a multitud de escuelas en Oriente Medio, África, y España. Ángel Almazán, nos explica que ya en 1065, se enseña sobre ese corpus hermético, en al-Andalus:
«Los  esoteristas templarios debieron de tener en sus manos los cincuenta y dos tomos de las exotéricas y esotéricas Epístolas o Enciclopedia del grupo iniciático ismailí del siglo X, denominado Hermanos de la Sinceridad o de la pureza, enciclopedia que difundió Maslama Al Majriti (el Madrileño) en Al Ándalus hacia 1065, y que, como destaqué en Esoterismo templario, incluyó especialmente en las cofradías de constructores de origen musulmán, tan presentes en el románico español –algunos drusos pasarían a formar parte de las cofradías protegidas por el Temple (….) No es probable que el esoterismo judío, la Kabbalah, ejerciera una influencia en el Temple, en contra de lo manifestado por diversos autores, entre ellos, Juan García Atienza. Ello se debe a una cuestión cronológica, puesto que la Kabbalah resurge en la Edad Media casi en el último tercio del siglo XIII, arrancando con el Zohar, escrito, como se ha dicho, en torno a 1270 en Guadalajara. Esta vivificación del esoterismo judío surgió, tal y como reconoce incluso el místico judío Gerschom Scholem (1897-1982), debido a la influencia de la Ciencia de las Letras (Ilmul Huruf) del esoterismo islámico, tan presente, asimismo, en las Rasail Ifwan As Safa (Epístolas de los Hermanos de la Sinceridad).»

El esoterismo cristiano medieval durante siglos bebió de obras neoplatónicas cristianas como las de Dionisio Areopagita, o los textos atribuidos a San Juan (Evangelio y Apocalipsis), así como del hermetismo; El esoterismo de los sabeos de Harrán –secta gnóstica que existía en los primeros siglos del Islam tuvo como puente a Al Ándalus. [2]
Asín Palacios explica que el corpus de  todas estas doctrinas contenía a Plotino, Pitágoras,  textos neoplatónicos, cristianismo gnóstico, etc. Y de este corpus, saldrá Maslama al-Mayriti, astrónomo, matemático, alquimista y sufí madrileño, cuya obra las Ciencias de las Letras,  será capital para la creación de la Cábala,  el propio Scholem, reconoce que fue el contacto e intercambio espiritual entre judíos y musulmanes el que permitió el nacimiento de la Cábala. Y también es importante la influencia de la metafísica de Avicena, la filosofía de Averroes y el misticismo del sufí Ibn Arabí. En la Península tuvieron su influencia, los Hermanos de la Sinceridad, de los que dice  Ángel Almazán (Epístolas de los Hermanos de la Sinceridad).[3]

«Los hermanos a los que hace referencia la Enciclopedia debían ser fieles en su corazón a la verdadera «sabiduría», para lo cual se requiere absoluta sinceridad con la luz del saber. Su finalidad era la liberación espiritual… los pilares fundamentales de su saber son la ciencia de la Unicidad Divina y de la creación dimanante de ella y el conocimiento de los únicos posibles leales guías: los miembros de la familia del Profeta (Fátima y los imanes). De este modo, la sabiduría encerrada en la Enciclopedia es alimento para el espíritu y una luz del alma. Pero sólo para los que están preparados para ella»

El núcleo central más filosófico de esta doctrina es que todo cuanto existe procede del Uno original y a El retornara. Idea expresada en el Ouroboros, figura alquímica por excelencia.


El Islam, junto al judaísmo y el cristianismo, es «una religión del libro». Dios se manifestó a través de su mensajero, el Arcángel San Gabriel, que dictó al Profeta su palabra divina. Pero ya desde el comienzo del Islam, Alí su yerno dijo «no hay versículo coránico que no tenga cuatro sentidos: el exotérico (zâhir), el esotérico (bâtin), el límite (hadd) y el proyecto divino (mottala). El exotérico es para la recitación oral y el esotérico es para el conocimiento interior.
Una de las corrientes esotéricas es el ismailismo, que se dividió en el de oriente que estaría representado por los asesinos de Alamut que serían los persas, y los occidentales que habitaban Egipto y el Yemen.[4]
Para los ismaelitas, el imán es un «templo de luz» puramente espiritual. Su imanato es el corpus mysticum constituido por todas las formas de luz de sus adeptos. En Alamut, se fue más allá y se proclamó la Gran Resurrección, el advenimiento de un puro islam espiritual, liberado de la sharya (ley islámica) que haría descubrir y vivir el sentido de las revelaciones proféticas. Cuando Alamut es tomada por los mongoles en 1251, no termina este movimiento sino que se perpetuó disfrazado en las cofradías sufíes.
La filosofía ismaelita se resume en estas palabras:
«El imán ha dicho: Estoy con mis amigos en todo lugar en que me busquen, en la montaña, en la llanura, y en el desierto. Aquel a quien yo revele mi esencia, es decir el conocimiento místico de mí mismo ya no necesitará una proximidad física. En eso consiste la Gran Resurrección».
Estas palabras entroncan con la imagen fabulosa del imán oculto asociado al mito escatológico del Mahdi (Guía). El Mahdi, para la mayoría de los iniciados es Aisa (Jesús). El ocultamiento y la reaparición del Mahdi al final de los tiempos desempeñan un papel principal en la escatología del Islam. Los kaisaniyas, tienen como Mahdi a Mahoma, que sigue vivo en un sueño aparente en su tumba del monte Radwa. Surgirá cuando la degeneración de los hombres llegue a su cota más alta, en unos tiempos plagados de catástrofes, después surgirá la luz y la paz.
El sufismo, representa la parte más mística del Islam y su tradición más esotérica. Esta tendencia mística y ascética ya estaba perfilada en los inicios de la época Omeya y muchos fieles se sintieron decepcionados de que los califas sólo estuvieran preocupados por la expansión del imperio. La dimensión esotérica del chiismo (batín) fue identificada en la sunna con el sufismo-La vía sufí, precisa de un maestro, discípulos y una larga instrucción. La veneración por el maestro pronto derivó en un culto a los santos. Esto hizo que los sufíes fueran tomados por herejes por algunos teólogos ortodoxos. En el sufismo es patente la influencia maniquea, cristiana gnóstica y el neoplatonismo A partir de la ejecución de algunos maestros, los sufíes comenzaron a comunicar sus experiencias y concepciones tan solo a los discípulos seguros y en un marco restringido de iniciados. Los maestros sufíes al par que eran odiados por los ulemas eran amados por el pueblo que acudía a sus conciertos espirituales públicos. Pronto se hicieron populares sus cantos religiosos, su música instrumental (flautas de cana, címbalos, tambores) la danza sagrada, la repetición incansable del nombre de Dios emocionaban al pueblo como a los iniciados. Como digo es fundamental en el simbolismo sufí, la música y la danza. La plegaria sufí, el dhikr, se asemeja al monologisto bizantino  que repetía constantemente el nombre de Dios o Jesús. A partir del siglo XII, a la música, danza, y el Dhike, se alía una fisiología mística, y un tipo de yoga (posturas corporales específicas, disciplina de la respiración, manifestaciones cromáticas y acústicas, de probables influjos hindúes.
Uno de los maestros ejecutados fue Hallaj, uno de sus acusadores escribió:
«Hallaj sostuvo hasta su muerte que quien doma su cuerpo por la obediencia a los ritos, ocupa su corazón en obras piadosas, sufre las privaciones de los placeres y es dueño de su alma al prohibirse los deseos y se eleva de ese modo hasta la situación de los que se aproximan a  Dios y sigue purificando su esencia y naturaleza, desciende sobre él el Espíritu de Dios del que nació Jesús, hijo de María. Se convierte en aquel a quien toda cosa obedece por obra de Dios ya que cualquier acto suyo es venido de Dios».
Por su parte el mayor maestro del sufismo fue Ibn Arabí, español nacido en Murcia que dejó claro que el sufismo y la experiencia mística es algo a sentir por uno mismo y que es inútil explicarlo pues no se puede llegar por deducción, es un conocimiento sublime que no puede estar al alcance de todos los hombres. Esto se debe a su dificultad y riesgos. Para Ibn Arabí, la imaginación creadora y el amor, son las formas latentes que se reflejan  y se proyectan en lo ilusorio para que Dios pueda percibirse como objeto. El hombre perfecto es masculino, representa el cielo y la palabra de Dios y es femenino ya que representa la tierra y el cosmos. Por su parte Sohrawardi, recupera la teosofía oriental de la Antigua Persia, y es el místico de la Luz. Terminamos este pequeñísimo resumen, con Rumi, el mayor poeta de lo divino en el Islam que dijo «en las cadencias de la música se oculta un secreto, si yo lo revelara, el mundo resultaría trastornado (…) todos hemos formado parte del cuerpo de Adán, y todos nosotros hemos escuchado esas melodías en el paraíso. A pesar  de que el agua y la arcilla hayan vertido en nosotros la duda, aún nos acordamos un poco de todo aquello». Para los sufíes sus danzas sagradas son un eco de las danzas de los ángeles y sus movimientos son un reflejo cósmico y teologal.

EL TEMPLE  Y EL ISLAM
            En numerosas ocasiones fueron acusados los templarios de haberse convertido al Islam. Incluso hay autores que ven una relación entre el misterioso «baphomet» con «Mahoma». Y si bien todo apunta a que es injusta esa acusación, si es verdad que más de una vez confraternizaron con aquellos musulmanes que consideraban como «infieles» a los cristianos. ¿Cómo podía ser aquello?
«…el papel providencial del Islam con respecto al cristianismo en su verdadera perspectiva. Si fueran necesarias más pruebas de ese papel, recordaríamos los viajes a tierra islámica (Siria, Arabia, Egipto…) de Christian Rosenkreutz el fundador de los rosacruces, herederos espirituales del templarismo, viajes en los que René Guenón, en un pasaje ya citado, veía precisamente la confirmación de un acuerdo entre los dos esoterismos, cristianos e islámico, para el restablecimiento de las organizaciones iniciáticas de Occidente después de la destrucción de la Orden del Temple».[5]
            Desde el comienzo de la Orden, el Temple supo distinguir entre arrasar-conquistar y ocupar un territorio. Para lo segundo hay que respetar la población local. El respeto trajo, las ganas de ahondar en la cultura local, y esto al igual que el clima comenzó a provocar cambios en la forma de vida. Pronto lo Grandes Maestres del Temple, empezaron a tener secretarios y ayudantes musulmanes. Comenzó la fascinación por la poesía, la astronomía, la medicina, las matemáticas, el álgebra, la física, la agronomía, la óptica, la filosofía… los templarios no dejaban de tener contacto con lo mejor de la cultura árabe en Tierra Santa y en España. Aquel respeto por los musulmanes no era compartido por los cruzados recién llegados a  aquellas tierras y de ellos, de aquellos hombres incultos y toscos, que llegaban de Occidente, surgían las acusaciones.
Una cosa llevó a la otra y el derecho musulmán empezó a sustituir los juicios de Dios que se practicaban en Europa. Los juramentos se hacían sobre textos cristianos, judíos y musulmanes, en latín, griego, árabe, o hebreo. Los cruzados se casaban con musulmanas y los hijos eran llamados «potros», los templarios tenían en sus filas, tropas auxiliares musulmanas llamadas  «turcópolos».
Este texto del emir Usama, cuando fue a visitar a Foulques de Anjou, explica la situación mejor que mil explicaciones que yo pueda dar:
«Entré en la mezquita de El-Aksa que estaba ocupada por mis amigos los templarios. Al lado había una pequeña mezquita que los franceses habían convertido en iglesia. Los templarios me habían asignado esta pequeña mezquita para mis oraciones. (…) Un día un entré en ella, glorifiqué a Alá. Estaba recogido en mis oraciones, cuando uno de los franceses se abalanzó sobre mí, me agarró y volvió mi cara hacia Oriente diciendo, ¡Es así como se reza! Un grupo de templarios se precipitaron sobre él, le aferraron y le expulsaron. Se excusaron conmigo diciendo: «Es un extranjero que ha llegado en los últimos días del país de los francos. Jamás ha visto orar a nadie que no esté de cara a Oriente» Yo respondí: «Ya he orado bastante por hoy». Salí asombrado de lo descompuesto que tenía el rostro aquel demonio, de cómo temblaba y que impresión tenía por ver a alguien rezar vuelto hacia la Kaaba».
            Este texto habla mejor que ningún otro sobre el respeto y la tolerancia del Temple con el Islam, fuera del campo de batalla. Según se van estudiando y traduciendo textos cada vez es más patente el intento del Temple de hacer las paces con la gente del Islam, de buscar esa sinarquía universal y contar con un ejército de sufís y templarios.
En España eran muy abundantes los ribats[6] , ¿Pudo ser España el lugar de origen de esa corriente islámica en el temple?  En España, justamente cuando nace el Temple, conviven en ciudades como Toledo, Córdoba, etc., las Tres Culturas. Eran los templarios que procedían de España, los que sin duda conocían la forma de orar de los musulmanes, su filosofía y religión de forma profunda. Muy seguramente el Círculo más esotérico del Temple tuviera su origen en estos templarios peninsulares que hablaban perfectamente árabe, como lengua culta y que les era propia.
Antes de la expansión del Islam, en Oriente existía una tradición caballeresca, que se llamaba Yaw an mardi, sus principios eran el auxilio a los necesitados, la compasión, la generosidad, el honor, la humildad y el sacrificio. Estos principios se adaptarían a la doctrina sufí que surgiría precisamente en al-Andalus. Esta práctica caballeresca era el cimiento fundamental de los ribats que abundaban en tierras hispanas, sus caballeros eran como monjes. El sufismo tomó de la Yaw an mardi, esa vía interior de espiritualidad, y que al exterior expresa una ética caballerosa.  Además  el sufismo bebe de fuentes cristianas por lo que se considera casi herético dentro del Islam. Bebe del cristianismo gnóstico, y la filosofía hebrea, incluso hay en él,  notas del zoroastrismo, y maniqueísmo.
Además de en España, el Temple se encontró en Siria, cara a cara con el sufismo, y el hashish. Era allí en Biblos, donde se fabricaba el papel con cáñamo, y allí se extraían harinas, aceites, y se había utilizado desde tiempos inmemoriales para prácticas terapéuticas y religiosas, desde ritos chamanicos simples a ceremonias complejas, persas y brahamanicas. Los árabes conocieron las virtudes del hashis por los escritos griegos de autores como Galeno, y ya en el siglo X, por la traducción de un libro titulado «Agricultura Nabatea» que fue escrito en arameo.  Mamad Ibn Rustum al Isirdi, escribió en el siglo XIII: «El hachis es el secreto con que el espíritu se eleva hacia los más sublimes lugares, una ascensión celestial de un espíritu libre de ataduras corporales y mundanas».
            . Los asesinos colaboraron en más de una ocasión con los templarios en Tierra Santa. Y sin duda, ellos fueron fuente de inspiración para el Temple, incluida la indumentaria.[7]
Otra facción que conocieron en Tierra Santa eran los drusos, fundados por Hakem, sexto califa fatimí de Egipto que con su consejero persa Hamza, convirtió a los drusos del Líbano.[8] Los drusos para el historiador Michel Lamy, son los herederos de los esenios, ofitas, y nazarenos. Es una secta que surge en el Líbano, que fusiona principios pertenecientes al Islam con otros que proceden del cristianismo gnóstico. Entre estos hablan del origen de la Luz y de las Tinieblas,  creados los dos por Dios.  Los drusos se dividían en iniciados y legos, sus preceptos religiosos eran muy sencillos y se basan en renegar del demonio, amar la verdad y ayudar a sus correligionarios. Sin embargo su filosofía esotérica es muy compleja y secreta y en ella encontramos que dividen a sus adeptos en los yakil o combatientes, y a los ancianos o akil. Solamente los akil tenían el privilegio de la iniciación más secreta. Dicha iniciación se llevaba a cabo tras tres duras pruebas, la primera era la del ayuno, donde el neófito después de un ayuno durísimo, era puesto ante una mesa con manjares y donde no debía sucumbir a la tentación de comer. La segunda era cabalgar tres días sin parar por el desierto sin beber agua fresca que se le presentaba en una jarra, y la tercera era pasar una noche ante una bellísima mujer a solas y no caer en la lujuria. Tras esto se le consideraba akil y podía ser iniciado. Los drusos creen en la reencarnación y el retorno de Hakem. La secta fue perseguida en Egipto pero logró sobrevivir en Siria. Se prohibió el proselitismo y se volvió endogámica y muy secreta  practicada en grupos muy cerrados, el de mayor número es el sirio, seguido del libanes, jordano e israelita, e incluso hay un pequeño grupo en América. En el drusismo hay igualdad entre el hombre y la mujer, en el matrimonio y el divorcio, así como en la iniciación. No tienen el Corán como su libro santo, sino el Libro de la Sabiduría, el cual se forma de epístolas y escritos de sus líderes. Se someten a su ley propia y no a la saria o ley musulmana. Son muy solidarios y veraces entre sí, aunque se alaba el disimulo si es por el bien del grupo. Tanto drusos, como asesinos como nosairianos, surgen del ismailismo.[9]
Otro grupo que influyo al Temple en Tierra Santa era los yezidis, otra secta de inspiración sufí.  Estos profesaban un antiguo culto kurdo reformado por  el sheik sufí Adi en el siglo XI. La cultura yezidi se extendió por Siria, Líbano e Irak. Esta secta bebió del zoroastrismo, islam, judaísmo, y su principal deidad era Melek Taus, el ángel pavorreal que no quiso por orgullo arrodillarse ante Adán y que por ello se convirtió en Lucifer. La historia de Melek Taus es la base para el Rey Pescador, que también es presa de su orgullo y vive con un sombrero adornado con plumas de pavorreal, en el castillo del Grial. La práctica de la cuerda que llevaban bajo sus ropajes los templarios pudo inspirarse en la cuerda roja y negra que llevaban al cuello los yezidis. Los yezidis tenían un culto a los ángeles, con veneración a una deidad que era representada por una espada insertó en la tierra que podría haber inspirado la espada clavada en la roca de Arturo.
Juan Vernet, autor de la obra Lo que Europa debe al Islam de España, dice lo siguiente:
«La enseñanza esotérica del ismailismo se habría realizado en torno a la exegesis de dos versículos del Corán (24, 35/35 y 23, 20/20), que habrían influido en la temática de las pinturas murales de las primitivas iglesias de los Pirineos y habría sido la causa de la infiltración de algunas ideas y arabismos en la Conte du Graal, de Chretien de Troyes y en el Parzival de Wolfram von Eschembach.»
EL GRIAL Y EL ISLAM
La herencia persa del Santo Grial llegada a través del sufismo y de ellos a los monjes templarios la encontramos en la propia estirpe del Rey Pescador, que dice en Parsifal descender de Mazadán, nombre persa ligado a Mazda (Ahura Mazda) la gran divinidad persa, también jugaría con la palabra Yazadan (dios). Otro nombre de origen persa es Parsifal, o Parsival que significa en persa «destino».
El hermano de Parsifal, Feirefiz, también es de origen persa y su padre que se llama Gamuret, podría venir de Gayomart,  el primer hombre que aparece en el Avesta. Flegetanis en persa, significa: familiarizado con las estrellas, y la palabra gohar que podría asemejarse a Grial, jugando con la castellana crial-copa, significa «piedra preciosa».
En la obra «De Escitia a Camelot»[10], los autores sostienen que el Ciclo Arturiano y del Grial, son de origen escita, fruto de migraciones de alanos que llegaron a Europa. Para  ellos no hay duda de que Parsifal es una adaptación del cantar de gesta iraní «Barzu-Name» y Monsalvat, no es otra cosa que sal-wadshe, lugar sagrado en persa. Si esto es así la gesta comenzó 1200 años a.C y terminó llegando a Toledo de manos de los árabes, y de allí pasó a Maguncia donde la conoce Wolfram von Eschembach. El cual deja claro que la estirpe de los guardianes del Grial surge de la unión de las familias de Oriente y Occidente.
Arthur Edward Waite, nos habla del Grial sumerio, una copa cuyo fragmento fue llevado a la Universidad de Pensilvania por el doctor Waddell, fue descubierto en el más antiguo templo del sol en Mesopotamia, donde lo escondió el rey Udu de Kish, el «rey de la vasija escondida», este era bisnieto del primer rey sumerio Dur, que robó el cáliz a los aborígenes caldeos que adoraban a la serpiente cuando sustituyó el culto serpentino por el solar. Tras sustraerlo grabó su genealogía en la vasija.
Otro de estos cálices orientales es el de Jami-Jamshid, o copa de Jamshid encontrado por el mítico rey persa Jamshid, el cual estaba hecho de turquesa y contenía el néctar de la vida, podía revelar el futuro y transformar al ser humano en inmortal. Este rey debió vivir hace 20.000 años, según la leyenda.
La piedra del cielo de la que habla Wolfram von Eschembach hace referencia al elixir alquímico de los sufíes, aparte de la esmeralda de Lucifer.
Del Grial, se dice que reside en un templo octogonal, y el ocho en el islam, es un número alquímico que representa la iluminación, y la unión de la Tierra y el Cielo y está representado en el cubo y en la Kaaba, en la que Shah incorporó en su estructura 31 hileras de piedra y madera, para añadir después dos más que simbolizan la Tierra y el Cielo. De este modo eran 33, el número de la iluminación.
Una de las leyendas islámicas más interesantes es la que habla de que el Paraíso podía estar en otra dimensión.
Los musulmanes además del cubo de la Kaaba, tienen otro octágono sagrado y ese es la even ha´shettiya o el Domo de la Roca, la «piedra fundamental». En esa roca Abraham hizo el intento del sacrificio de Isaac y es el lugar donde Mahoma ascendió a los cielos. Este lugar perteneció al Temple, los cuales fueron iniciados por los sufíes en sus claves. Según ellos este lugar es el centro espiritual de la Tierra, es el axis mundi por excelencia, es una escalera para trascender a la divinidad y este lugar fue utilizado por Salomón como piedra fundacional del Templo. El valor alquímico de este lugar como lugar de la polaridad universal fue conocido por el califa Abd al-Malik que construyó el Domo octogonal para intensificar su poder. Los monjes sufíes que iniciaron a los templarios en los misterios de los colores y símbolos del Domo, pertenecían a la logia constructora llamada Al-banna[11], tras ser iniciados por ellos, los templarios construyeron templos octogonales en determinados lugares. Esta logia también les habló de al-Khadir el Rey del Mundo, el Hombre Verde, el rey sacerdote Melquisedec. A la experiencia del Khadir se llegaba a través del hashis y ya en su momento Juan G. Atienza, relacionó como posible uso de las linternas de los muertos de algunos templos octogonales del Temple, como lugares de iniciación de inspiración islámica. Tras el enigma del Khadir, se haya la palabra  Khadar, palmera. La palmera simboliza la Baraka o fuerza vital para los árabes y esa misma raíz «khdr», está relacionada con el khudrat, el mar, o el agua de la vida.
6Según el sufí Idries Shah, la noble Orden de la Jarretera era una copia de la Orden de San Khadir, de Oriente Medio, en su manifestación como Akhadar, el espíritu de la caballería. Para Shah, no había duda, la Orden de Khadir, fue la Orden de los Guardianes del Santo Grial que supervisaron los sufíes, que dividían cada grupo en 13 participantes, llamados halkas. La Cruz roja con la estrella de ocho puntas, de la Orden de la Jarretera copió incluso este emblema de la Orden Khadir.
El Khadir, era el iniciador, como encarnación de la fuerza vital y guardaba el secreto del despertar de la kundalini.
Uno de sus epítetos, era el de «Señor de los Dos Ríos», Khadir es el señor de la tierra donde dos arroyos de agua se unifican y producen el elixir alquímico «andrógino». En el cuerpo humano el Khadir, simboliza el poder kundalini, la energía que asciende por nuestra columna a través de las dos serpientes o corrientes representadas en el caduceo.
Fue por el contacto de los sufíes con los maestros hindúes, que conocieron el tantra y quizás en Oriente pudieron llegar a conocer el texto que Epifanio cita como las Grandes cuestiones de Maria, donde se decía que Jesús y María practicaban el tantra.
La transmisión de la Baraka, se podía hacer por el tacto, mantra, un beso o pensando en ello. Los sufíes pudieron transmitir la Baraka (kundalini) en un agua bendecida o pan bendecido y quizás del secreto de esta transmisión surgió la leyenda negra de los besos templarios que no eran otra forma de abrir los chacras a los neófitos. Una vez que la kundalini hubiera ascendido el templario era un Grial humano

EL GRIAL EN TOLEDO
Ni Wolfram, ni Chretién de Troyes ni Roberto de Borón pretenden que su relato sea original, afirman no haber inventado nada sino haber transcrito fielmente lo que se encontraba en «un Libro»: . «El Grial es el signo de este Misterio transmitido en secreto desde la profundidad de las edades»; así, entendemos que no se refieren a una autoridad particular sino más bien a una enseñanza única y transmitida por todas las Tradiciones reveladas, las tres herederas de la gran tradición abrahámica.
«Kyot, el conocidísimo maestro, encontró en Toledo y entre unos manuscritos abandonados, la materia de esta aventura anotada en escritura árabe...donde se cuenta que un pagano (árabe) llamado Flegetanis adquirió un gran renombre por su saber. Este gran físico (sabio en ciencias cosmológicas) era del linaje de Salomón: sus padres pertenecían a una familia de Israel, en tiempos remotos... Él es quien escribió la aventura del Grial. Flegetanis había nacido de padre árabe... Examinando constelaciones descubrió profundos misterios de los que sólo hablaba temblando. Decía que existía un objeto llamado Grial. Leyó claramente su nombre en las estrellas. Un coro de ángeles lo había depositado sobre la tierra y, luego, voló más allá de los astros... Desde entonces, su cuidado correspondía a unos hombres convertidos en cristianos por el bautismo y tan puros como ángeles. Los llamados a custodiar el Grial siempre eran hombres de gran mérito. Así se expresó Flegetanis. Entonces, Kyot, el sabio maestro, buscó en los libros latinos dónde podía haber vivido un pueblo lo bastante puro y tendido hacia una vida de renuncia como para convertirse en el Guardián del Grial. Leyó las crónicas de los reinos de Bretaña, Francia, Irlanda y muchos otros más hasta encontrar lo que buscaba en Anjou...»
De padre árabe, y del linaje de Salomón, nos habla de su filiación de sabiduría profética, es decir esotérica, ya que el sabio Salomón, es venerado en el Islam como gran profeta, y su esoterismo le considera el prototipo de una vía espiritual vinculada a las ciencias del orden cósmico, las que estudia un «físico», tal y como explica el texto de Eschenbach. Salomón es el constructor del Templo, al que se vinculan los constructores y los milites Templi Salomonis, los templarios. Son ya muchos historiadores los que hablan que detrás de Flegetanis, se halla un libro árabe, Felek-Thâni. Este libro oculta una enseñanza secreta, vinculada a la «esfera segunda» o «segundo cielo planetario», a la que acceden los Abdâl (solitarios) Los Abdâl, decía Ibn Arabí, son sólo siete. Por ellos Alláh vela sobre los siete climas terrestres, a los que corresponde un cielo planetario. La segunda esfera es Mercurio, y el Polo de este cielo es Aísa (Jesucristo). El Bâdal que gobierna esta esfera posee el don de escribir, pues del cielo de Mercurio (al-Kâtib) es de donde le vienen la inspiración a los predicadores y los escritores, mientras que los poetas la obtienen de las influencias espirituales de Venus (Zahrah). Los Abdâl, son conocedores de lo que Alláh ha puesto en los planetas como orden de las cosas y secretos, a saber, en sus movimientos y sus posiciones en las moradas celestes.[12]
Felek-Thâni, cuyo autor se nos dice que era profeta, astrónomo y de orientación crística, estaba particularmente inclinado al Toro, uno de las Cuatro Criaturas Vivientes que soportan el Trono de Dios, o pilares del mundo. Es decir que su conocimiento descansa sobre el corazón de Aísa. Ibn Arabí, habla de «Quien hizo descender las Sabidurías a los Corazones de los Verbos, es decir los Profetas, que son como Piedras Celestes que llevan las huellas de la Realeza Divina, y que han descendido para ser engastadas en la condición humana y señalar los ciclos correspondientes. La «lapis exilit» la piedra en exilio de la que habla el Parsifal, vista desde los textos de Ibn Arabí, sería «el Sello de la Santidad Universal» (Khatmu´l –wilayâti´l-ammah) y que no es otro que Aísa, Jesús. La piedra cuyo nombre leyó Flegetanis, en las estrellas.
Esta Piedra es custodiada por una Caballería celeste, desconocida para Occidente aunque fuera cristiana, cuyos lazos esotéricos con el Islam, se gestan con el viaje de Kyot a Toledo. Y es curioso que aunque Wolfram von Eschenbach, cite a los personajes con nombres en francés, los lugares que cita reconocibles en el poema están en la Península.
En Titurel, Wolfram, nos habla de que es un antepasado de Parsifal que es originario de Asia, y que se convierte al cristianismo, y que durante el reinado de Vespasiano se establece en el noreste de España.
            Pero retomemos Toledo y  uno de los lugares vinculados al Temple, la Iglesia de San Miguel, que fue el lugar de una antigua mezquita. Allí en un octágono radiante según dicen los mejores especialistas en radiestesia, tenemos un octágono y una pila bautismal… quien sabe quizás sea la copa griálica.






[1] GARCÍA ATIENZA, Juan, La meta secreta de los templarios, Ediciones Martínez Roca, Barcelona, 2000, pp. 12 y ss.
[2] Por tres veces el Corán, libro sagrado de los musulmanes, cita a los “sabeos”, junto a judíos y cristianos, como monoteístas protegidos por la tolerancia divina y merecedora de salvación. ¿Quiénes son estos “sabeos”? Se le puede inscribir como “gnósticos” orientalizantes, pero también asociarlos a la historia emocionante de la antigua ciudad de Harrán, en el norte de Mesopotamia, muy cerca de la actual Mossul. Entregada sin resistencia en los primeros años de la conquista árabe, sólo setenta años más tarde se construyó en su recinto una mezquita y dos siglos después de la Hégira sus habitantes seguían sin islamizar, fieles a sus propios cultos y costumbres. Pero, ¿en qué creían, a qué rendían culto los “sabeos” de Harrán? El llamado “Heródoto de los árabes”, el historiador Abul-Hassan-al-Mas´udi, nacido en el año 871, los llama “falasifa” o, lo que es lo mismo, “filósofos” y recuerda que habían erigido templos en honor de “las sustancias intelectuales” (el Templo de la Causa Primera y el Templo de la Razón, entre otros) y que en el frontispicio del edificio donde se reunían figuraba en siriaco una frase de Platón. Esta curiosa etnia filosófica, residuo de la helenización mestiza de Mesopotamia. La culta minoría de Harrán jugó un papel decisivo en esa labor de traducción y aclimatación de la filosofía griega que luego centralizaría al-Ma´mun en la Escuela de la Sabiduría de Bagdad. Pero su intervención no fue la de un simple estibador de conocimientos ajenos. Abed Yabri insiste en la fractura geográfica y política entre dos escuelas o modelos desigualmente fecundos: uno “oriental” que, rompiendo con el racionalismo original de Al-Kindi y Al-Farabi, acabaría imponiendo con Avicena un pensamiento “espiritualista y gnóstico”, de inspiración harraní y persa; y otro “occidental”, localizado en Al-Andalus, que abriría el camino para el desarrollo de la ciencia con independencia de la religión y que, tras Abentufail y Avenpace, encontraría su expresión más estructurada y completa en Averroes. La conclusión de Abed Yabri no puede ser más provocativa: “Después de Averroes, y tras haber sido introducido el momento aviceniano en el islam por Algazel y precisamente por habernos aferrado a él, los árabes nos hemos condenado a vivir fuera de la historia, mientras que los europeos se aplicaban a vivir la historia justamente por haber tomado de nosotros el averroísmo y haber vivido ese momento”.
[3] ALMAZÁN DE GRACIA, Ángel, Esoterismo Templario, Ediciones Sotabur, Soria, 2003, pp. 48 y ss.
[4] FRANZIUS, Enno, The History of the Orden of Assassins, Funk and Wagnalis, Nueva York, 1969.
[5] GUENON, René, Discurso sobre la Iniciación, encontrado en Internet.
[6] El ribat, dice Alain Demuger: “es un centro militar y religioso, fortificado, instalado en las fronteras del mundo musulmán. El servicio es voluntario y temporal, constituye un acto de ascesis y se considera como un aspecto del deber de la djihad. Los ribats eran numerosos en España. (…) ¿Se produjo una difusión de las características del ribat durante a formación de las órdenes militares y especialmente durante la aparición del Temple en España?”
[7] WASSERMAN, James, The Templars and the Assassins: the Militia of Heaven, Inner Traditions, Rochester, 2001.
[8] En 1925, una rebelión de drusos en Damasco provocó que Francia evacuara la ciudad.
[9] MAILLO SALGADO, Felipe, Vocabularios de Historía árabe e islámica, Ediciones Akal, Madrid, 1996.
[10] LITTLETON and MALCOR, From Scythia to Camelot, Garland, Nueva York, 1994
[11] SHAH Idries, The Sufís, Anchor Books, Nueva York, 1964.
[12] IBN ARABI, Muhyddin, Los engarces de la sabiduría, 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los templarios y la Catedral de Santiago, en el más puro estilo "Pérez Reverte".

En la Edad Media, la Orden del Temple y la catedral de Santiago de Compostela tenían propiedades en toda Galicia, a veces compartiendo terri...