De cántabros, tejos, y simbolos románicos.

Fue realizando mi Trabajo Fin de Grado, sobre la iconografía románica del Valle de Mena, cuando estudiando in situ, sus monumentos, tanto allí como en el Valle de Losa, donde me topé con un símbolo "vegetal" que me picó la curiosidad.

Después de leer mucho, sobre la simbología del árbol, me di cuenta que el Valle de Mena, aunque pertenece a Burgos está demasiado próximo a Cantabria, para no respirar aires cántabros en su inconsciente colectivo.

Los primitivos pobladores del Valle de Mena, los austrigones, una tribu celta, tuvo que dejar su impronta cultural que a través de ritos y supersticiones que de alguna forma sobrevivieron en símbolos como el tejo que  luego renovados cobraron vida en el arte románico de sus iglesias.

Dedico este post, a mis raíces genéticas astur-cántabras....a ese pasado ancestral de mis mayores. A esa pasión y amor que siento por el Edén Cántabro y el Paraíso Astur.

Y es que el árbol, tomado como ente individual o bien como bosque, despertó en el ser humano sentimientos superiores y muy complejos. El ser humano admiró a ese ser vivo próximo que crece y se fortalece al ritmo que crece y se fortalece un ser humano, el árbol se convirtió en el compañero de vida de los hombres en la edades antiguas, cuando la gente aún observaba y aprendía de la Naturaleza. El árbol, daba fruto, y ese fruto era útil para mantener al clan y a sus animales, el árbol era ese puente entre el cielo y la tierra, un complice que nos ha facilitado la vida y se fue rodeando de un aura mágica y transcendental, pues era portador de mensajes espirituales que se depositaban en su esencia y que el hombre si era capaz de callar el ruido externo y escuchar su corazón podía descifrar.

El árbol es la expresión de la vida. Es el Universo transmutado en Cosmos visible y encarnado por sus ramas, tronco y raíces. El árbol representaba al hombre, sus tres niveles del ser, de la realidad, y de la unidad del conocimiento.

Ygdrasil, el Árbol de los Vikingos
Por su naturaleza, el árbol, es un símbolo de la vida subterránea y celeste, y es el ejemplo vivo de que todo está relacionado y es una relación entre opuestos y complementarios. De ahí que el árbol en todas las culturas representa la sabiduría, la realización del Uno y lo Múltiple. Comprender el misterio arbóreo, es penetrar en los secretos del Universo. Es el Árbol de la Vida, el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, es el Jardín del Edén, es el árbol del tiempo, de la alquimia, de la inmortalidad, el invertido...


El árbol es un eje vertical y es en si, el lugar donde el cielo enraiza con la tierra. Mirar un árbol, en un capitel románico, en una estela celta, o mirar el árbol de la vida  de la cábala judía, nos plantea la pregunta de ¿Cual es nuestra capacidad de elevarnos al cielo y de enraizarnos en el mundo que nos rodea? Es decir, nos habla de que estamos presentes en lo que existe.
Árbol de la Vida, Cábala Hebrea.


El árbol que participa de lo visible y de lo invisible, es un símbolo de lo eterno, de la cuestión eterna, y en su fragilidad y fuerza nos vemos representados. Ser como un árbol, ser fuerte como un roble, una encina o tejo, nos hace que hagamos de su fuerza nuestra fuerza, nos invita a abrazar nuestra energía vertical, y que nuestros pensamientos sean como hojas al viento, que nuestro destino sea único pero divergente en mil ramas.

No podemos huir del árbol, porque no podemos huir de nosotros mismos eternamente... el árbol es mi reflejo, sus nudos son míos, sus heridas, son mías, y él es mi compromiso y todos mis deseos que me unen a la Madre Tierra. Su enigma, me explica mi enraizamiento con la Pacha Mama, con la tierra de Tara, con el Paraiso perdido, con mis "Raíces" y mis "Alas".

Cuando evoluciono y abrazo el símbolo del árbol de la Vida, yo misma cobro vida. Y mi vida se convierte en algo importante, entonces soy capaz de moverme con el viento, de doblarme en la galerna, y de resistir todo sin romperme... soy capaz de ver la vibración que une el cielo y la tierra a través de mi energía. Soy capaz de sentir la energía que sube y baja por el tronco fuerte de mi columna y se expande a través de la fuerza de mi corazón por mis brazos y piernas, por mi cabeza y mis pensamientos que vuelan alto.
Árbol de la Vida de la Cultura Maya


Manzano, Árbol de la Inmortalidad de los Celtas.
Si miro a un árbol con los ojos del alma, veo a mi hermano, lo veo como fuente de conocimiento, enriquecido por todos los símbolos que los ángeles depositaron en él. Oigo su nombre y veo que es un prodigio vivo, un milagro como yo. El árbol que me permite ver como conectar a través de él con Cielo y Tierra, me inspira amor, fuerza, protección y los secretos de la vida y de la muerte; Porque el árbol al igual que yo, vive, crece, enferma, se puede torcer, morir, o ser transformado por otro hombre.

Es por todo ello que el árbol es venerado... en Asia, lo vemos en los templos tailandeses, donde a su sombra medita Buda. En Japón, son los árboles entes perfectos, y se les llama Kami, y su mensaje es "conviertete en lo que ya eres y no sabes". Un Kami, un árbol fuerte y majestuoso es venerado, por los sintoistas que le rodean con el cordón sagrado, el shimenawa y es "tabú". En la estupa búdica, encontramos el Borobudur, que es el centro en el que cualquier punto infinitamente grande o pequeño simboliza la totalidad de los mundos.
Bosque en el Santuario de Kumano, Nachi , Japón


Árbol de savia inmortal, árbol de vida, árbol de enamorados, árbol Kami, árbol de Jesé, árbol de la Cábala...Poco a poco iremos viendo todos estos símbolos.

Hoy hablaremos de esos tejos cántabros...

Cuando en el transcurrir del tiempo una religión toma elementos de otra religión fusionandolos con sus creencias, se produce lo que denominamos sincretismo. Creo que la religión más sincretica es el cristianismo.

De todos los árboles que hay en el ecosistema cántabro es el tejo el que tiene mayor significacion espiritual. Pero es que además el tejo era fundamental para la minería, ya que con su madera se construían las palas, resistía la humedad, los xilófagos, y fue utilizado para construir casa, y con el se hacían los ajuares y utensilios domésticos. Con su madera se hicieron flechas y arcos. Y es sabido por los romanos que esas flechas cántabras alcanzaban los 300 metros de distancia.

Para los romanos dormir a la sombra de un tejo era algo letal y quien se dormía podía morir de pleuresía. Dicen que los cántabros y astures antes de caer en manos del enemigo, se suicidaban con un veneno extraído del tejo. Y es que sus hojas contienen un potente alcaloide la  Taxina. Y esta muerte al igual que la endura catara era considerada un alto honor social, y todo un ritual militar funerario.

La longevidad del tejo es tal, que es normal que en tiempos del Neolítico ya se le asociara con la inmortalidad y la eternidad.

Uno de los pueblos cántabros, los vanidienses que vivían en la falda norte de los Picos de Europa, en las epigragrías de sus lápidas funerarias, representaban un caballo, un ciervo, hojas de hiedra y una rama de tejo. Y es que el tejo era misterioso y dual, generoso con sus dones y maldito para quien se acercase sin el espíritu dispuesto y preparado.

Los  símbolos de esas lápidas, nos hablan como  dice el historiador Francisco Sayans, de una religión con un fuerte fenómeno de sincretismo. El panteísmo celta que creía en la transmigración del alma, en la existencia de otra vida después de la muerte y que era el bosque el lugar predilecto para su culto, hacía de este bosque el lugar favorito del Más Allá para el difunto. Luego al llegar los romanos, vemos símbolos similares pero ya con la inscripción D.M, de los Diis Manibus, o dioses manes, que representan las almas de los muertos. Y el símbolo del tejo, llegó al siglo IX y al X, al prerrománico asturiano, dejando su recuerdo ancestral de forma discreta en capiteles o como estrella protestando por esa usurpacion cristiana de su viejo símbolo. Y es que el tejo de las lapidas funerarias, seguía haciendo el mismo oficio de guardian del transito al Más Allá, en la Iglesia-cementerio. Y ahí tenemos los tejos en proximidades de iglesias astures y cantabras, por si tenemos alguna duda de su misión sagrada. Y es que sin duda la mayoría de esas iglesias se ubican donde los celtas ubicaron su acceso al Sidh, o Más Allá. Y más tarde encontramos esos tejos impresionantes junto a iglesias románicas haciendo de totem de los lugareños, donde el propio párroco disponía la mesa de piedra para las ofrendas de los lugareños al Árbol. Y es  que existen documentos del siglo XII en Irlanda, como el Suibhne, donde ya el tejo es el árbol de los cementerios. Y en el norte peninsular la asociacion iglesia-atrio-cementerio y tejo es obvia, donde este arbol se ha convertido en el guardían de los sueños eternos de tantas y tantas generaciones de parroquianos.

A veces el símbolo se hace complejo y es difícil de verlo pero lo tenemos en San Tirso (Oviedo), San Martín de Salas, San Adriano de Tuñon, San Salvador de Priesca, Santa María de Bareyo...

Capiteles que asemejan bosques de tejos, donde el sihd celtico se funde con el cielo cristiano, en la cámara supra-absidial. Lo mismo pasa en San Adriano de Tuñón, en este caso el tejo quizás sea de época visigotica, y se ha incorporado más tarde en la construcción. En San Martín de Salas, encontramos una de las representaciones más interesantes, pues vemos el símbolo del tejo acompañado de la pentalfa, o firma del cantero, donde se hace más complejo aún el significado sobre la sabiduría y el rito iniciatico.

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